Decenas de controladores del tráfico aéreo que estaban ausentes de sus
puestos el 8 de octubre de 2001, ocasionaron el desastre aéreo más
mortífero en la historia de la aviación en Italia. Los 67 ingenieros y
oficiales del Aeropuerto Internacional Linate en Milán se enfrentan con
cargos criminales reportó el periódico New York Times. Su negligencia
ocasionó una colisión de dos aviones en la pista de aterrizaje
resultando en la muerte de 118 personas. El choque ocurrió cuando un
pequeño Cessna jet se equivocó de pistas y cruzó enfrente de un reactor
de la línea aérea SAS (de Escandinavia), justo cuando la aeronave más
grande estaba despegando.
Al hacer mi indagación de esta tragedia descubrí que en el principio de la investigación tanto los oficiales del aeropuerto como la prensa culparon los pilotos (difuntos) por la catástrofe. Pero ahora se ha descubierto la verdad del asunto. Los que tenían que dirigir el tráfico en el aeropuerto estaban tranquilos charlando cada cual por su lado, sin hacer caso de su tan trascendental responsabilidad. Aunque suena desagradable, la sangre de esta gente esta en sus manos.
Yo viajo mucho y sé cuan importante es el trabajo de los que vigilan por el bienestar de los viajeros. Pero la responsabilidad del cristiano de llevar la Palabra de Dios a un mundo en vías del peligro de la muerte eterna es aun más primordial que la carga de los técnicos aeronáuticos en todo el mundo.
¿Cuántas veces salimos de nuestras reuniones bendecidos llenos de la Palabra de Vida y retados para amar y servir a Dios con más hincapié solamente para guardar todo para nosotros mismos? Algo semejante paso con el Profeta Ezequiel cuando tuvo una visión tremenda en capitulo tres de su libro. Dios le llamó para avisar a la gente y le habló claramente para que fuera a predicar al pueblo. ¿Pero qué hizo? Siete días estuvo allí sentado entre la gente hasta que Dios volvió con una severa advertencia diciendo que si no avisaba a la gente él sería culpable de su sangre.
Pablo entendió la importancia de su llamado y dijo, "¡ay de mí si no predico el evangelio!". A Dios no le da nada de gusto al pensar que hay almas que perecen sin la esperanza que nos ha ofrecido la sangre de Su amado Hijo, Jesucristo. "Diles: "Vivo yo", declara el Señor Dios, "que no me complazco en la muerte del impío, sino en que el impío se aparte de su camino y viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos. ¿Por qué habéis de morir... ?" (Ezequiel 33:11)
SOMOS ATALAYAS PARA EL MUNDO. SI NO AVISAMOS DEL PELIGRO VENIDERO, ESTAMOS FUERA DE NUESTRO PUESTO.
(Romanos 10:14) ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
Al hacer mi indagación de esta tragedia descubrí que en el principio de la investigación tanto los oficiales del aeropuerto como la prensa culparon los pilotos (difuntos) por la catástrofe. Pero ahora se ha descubierto la verdad del asunto. Los que tenían que dirigir el tráfico en el aeropuerto estaban tranquilos charlando cada cual por su lado, sin hacer caso de su tan trascendental responsabilidad. Aunque suena desagradable, la sangre de esta gente esta en sus manos.
Yo viajo mucho y sé cuan importante es el trabajo de los que vigilan por el bienestar de los viajeros. Pero la responsabilidad del cristiano de llevar la Palabra de Dios a un mundo en vías del peligro de la muerte eterna es aun más primordial que la carga de los técnicos aeronáuticos en todo el mundo.
¿Cuántas veces salimos de nuestras reuniones bendecidos llenos de la Palabra de Vida y retados para amar y servir a Dios con más hincapié solamente para guardar todo para nosotros mismos? Algo semejante paso con el Profeta Ezequiel cuando tuvo una visión tremenda en capitulo tres de su libro. Dios le llamó para avisar a la gente y le habló claramente para que fuera a predicar al pueblo. ¿Pero qué hizo? Siete días estuvo allí sentado entre la gente hasta que Dios volvió con una severa advertencia diciendo que si no avisaba a la gente él sería culpable de su sangre.
Pablo entendió la importancia de su llamado y dijo, "¡ay de mí si no predico el evangelio!". A Dios no le da nada de gusto al pensar que hay almas que perecen sin la esperanza que nos ha ofrecido la sangre de Su amado Hijo, Jesucristo. "Diles: "Vivo yo", declara el Señor Dios, "que no me complazco en la muerte del impío, sino en que el impío se aparte de su camino y viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos. ¿Por qué habéis de morir... ?" (Ezequiel 33:11)
SOMOS ATALAYAS PARA EL MUNDO. SI NO AVISAMOS DEL PELIGRO VENIDERO, ESTAMOS FUERA DE NUESTRO PUESTO.
(Romanos 10:14) ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
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