Un suboficial estaba dirigiendo las reparaciones de un edificio militar
durante la revolución norteamericana. Daba órdenes a gritos a los
soldados que tenía bajo su mando tratando de lograr que levantaran una
pesada viga de madera.
Mientras los soldados luchaban en vano para colocar la viga en su lugar, un hombre que pasaba por allí se detuvo para preguntar al que estaba encargado por qué no ayudaba a los otros hombres. Con toda la pompa de un emperador, el soldado a cargo respondió: «Señor, ¡yo soy un cabo!»
«¿De veras? --contestó el que pasaba-- no lo sabía.» Luego, quitándose el sombrero y haciendo una reverencia dijo: «Disculpe, cabo.» Entonces el extraño dio unos pasos y se unió a los soldados para ayudarlos a levantar la pesada viga. Cuando el trabajo estuvo terminado se volvió y le dijo al cabo: «Señor, cuando tenga otro trabajo así y no tenga suficientes hombres, envíe a llamar a su Comandante en jefe, y yo vendré a ayudarle por segunda vez.» El cabo se quedó estupefacto. La persona que le hablaba era el general
Washington.
Dios mide la grandeza por el servicio. El Señor Jesús puso el ejemplo, porque aunque era Dios y digno de todo honor, «no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28).
Si queremos ser grandes a los ojos de Dios, debemos servir.
(Juan 13:13-15) Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
LA VERDADERA GRANDEZA NO SE LOGRA DANDO ÓRDENES, SINO SIRVIENDO.
Mientras los soldados luchaban en vano para colocar la viga en su lugar, un hombre que pasaba por allí se detuvo para preguntar al que estaba encargado por qué no ayudaba a los otros hombres. Con toda la pompa de un emperador, el soldado a cargo respondió: «Señor, ¡yo soy un cabo!»
«¿De veras? --contestó el que pasaba-- no lo sabía.» Luego, quitándose el sombrero y haciendo una reverencia dijo: «Disculpe, cabo.» Entonces el extraño dio unos pasos y se unió a los soldados para ayudarlos a levantar la pesada viga. Cuando el trabajo estuvo terminado se volvió y le dijo al cabo: «Señor, cuando tenga otro trabajo así y no tenga suficientes hombres, envíe a llamar a su Comandante en jefe, y yo vendré a ayudarle por segunda vez.» El cabo se quedó estupefacto. La persona que le hablaba era el general
Washington.
Dios mide la grandeza por el servicio. El Señor Jesús puso el ejemplo, porque aunque era Dios y digno de todo honor, «no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28).
Si queremos ser grandes a los ojos de Dios, debemos servir.
(Juan 13:13-15) Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
LA VERDADERA GRANDEZA NO SE LOGRA DANDO ÓRDENES, SINO SIRVIENDO.
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