DEVOCIONAL: ¿QUE PASO CON ELLOS?

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Cuando era niño mi mamá tenia una amiga llamada Wilma. Ella había tenido muchas dificultades en su niñez porque luchó con el polio y esta enfermedad la dejó con una pierna torcida y su pie doblado horriblemente a un lado. Así que tuvo que poner una especie de frenos en sus piernas para enderezarlas. Después de siete años dolorosos y mucha terapia logró caminar sin la asistencia de los frenos.

A la edad de doce años Wilma intentó calificar para jugar en un equipo de baloncesto y fue excluida. Pero ella estaba determinada y cada día practicó con una amiga y dos muchachos y el próximo año fue aceptada. Durante uno de los juegos un entrenador de una universidad la vio jugar y la convenció a dejarle entrenarla para las carreras. Cuando ella alcanzó la edad de catorce años ella había ganado a los corredores más veloces en los Estados Unidos. En 1956 ella fue aceptada en el equipo Olímpico pero fue derrotada rotundamente. La experiencia fue amarga pero en vez de deprimirse, ella trabajó aún más arduamente para estar en el equipo Olímpico para los juegos de 1960 en Roma. En estos juegos Wilma Rudolf ganó tres medallas de oro; más que cualquier otra mujer había ganado en la historia de los Juegos Olímpicos hasta aquella fecha.

Ella es un ejemplo para cada persona que se ha enfrentado con dificultades y obstáculos para lograr sus objetivos. En vez de confesar la derrota y flaquear en sus intentos, no admitía el fracaso y lograba el anhelo de su corazón. Pero considerando esto me ha hecho pensar en I Corintios 15:6 que dice que Cristo "se apareció a más de quinientos hermanos a la vez..." Así que eran quinientos hermanos que vieron a Jesucristo después de Su resurrección. Diez días antes de su ascensión Cristo había reunido a todos y "les mandó que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre: La cual, les dijo, oísteis de mí;" (Hechos 1:4). Con todo, según Hechos 1:15, en día de Pentecostés solamente había 120 en el aposento alto esperando la Promesa del Padre.

Lo que quiero saber es, ¿Qué pasó con los otros 380 hermanos que vieron a Jesucristo después de Su resurrección? ¿Porqué no estaban en el aposento alto con los ciento veinte cuando descendió el Espíritu Santo? ¿Llegaron a la conclusión de que tenían otras cosas más importantes que hacer que estar en un interminable culto de oración? Puede ser que después de cinco o seis días comenzaron a dudar la Promesa de Cristo y se fueron a sus casas para reconsiderar lo que tenían que hacer. Cualesquiera que fueran las situaciones que embargaron a estos 380, fue el motivo que los robó la bendición de ser contados entre los primeros que recibieron el don del Espíritu Santo.

Todo lo que vale la pena tiene un precio y todo lo que Dios nos manda a hacer es valioso. Nos costará algo y tendremos que aguantar dificultades y obstáculos para realizar nuestras metas, pero esto solamente sirve para hacer que nuestra inevitable victoria sea más dulce cuando la alcanzamos.

NUNCA DEBEMOS DESMAYAR EN SEGUIR LO QUE DIOS NOS HA MANDADO A HACER.

(Hebreos 12:3) Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón.

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