¿Cuántas veces parece que nuestro sincero y amoroso trabajo se realiza
sin reconocimiento, agradecimiento o aprecio? El otro día conté a mi
hijo de la vez que J.S. Bach entregó una hojas en las cuales estaban
escritos una obra de música a un "noble" en forma de regalo. El noble
las recibió sin darle las gracias o si quiera reconocer la existencia
del gran compositor. Después de la muerte del "noble" (y de Bach),
dichas hojas fueran encontradas en su biblioteca ... sin ser vistas o
usadas.
Resultaron ser la obra maestra del maestro y entre las más famosas obras clásicas jamás escritas: Los Conciertos de Brandenburg. Al oír esto, mi hijo respondió, "¡Ay qué idiota, mano!
La Biblia contiene muchos incidentes en los que determinadas personas, cuyos nombres no se conocen, prestaron ayuda. En 1 Samuel 30 leemos que los soldados de David hallaron a un joven a quien un ejército enemigo había dejado atrás. No se da el nombre del esclavo egipcio, pero el mismo suministró a David una información clave que lo ayudó a rescatar a su familia.
También pienso en el muchacho cuyo almuerzo de pan y pescado fue multiplicado por Jesús para alimentar a miles (Juan 6:9), el dueño del pollino en el que Jesús entró a Jerusalén (Lucas 19:33), y el dueño de la casa en la cual Jesús y sus discípulos comieron la última Pascua (22:11). Luego está el muchacho que salvó la vida a Pablo (Hechos 23:16-22).
En nuestro mundo de hoy hay muchas personas, cuyos nombres nunca se publican, que no reciben reconocimiento ni escuchan el aplauso de los demás. Muchos oran fielmente, dan con sacrificio, y sufren pacientemente por Cristo. Incontables madres cuidan calladamente a sus familias, y muchos hombres y mujeres testifican con valor a compañeros de trabajo y vecinos. Puede que no se les nombre ni se les alabe aquí y ahora, pero en el cielo, el último será el primero (Mateo 19:30).
Sé paciente, amado hijo de Dios a quien nadie nota. ¡Tu recompensa viene!
(I Corintios 15:58) Por tanto, mis amados hermanos, estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
ES MEJOR SER FIEL QUE FAMOSO.
Resultaron ser la obra maestra del maestro y entre las más famosas obras clásicas jamás escritas: Los Conciertos de Brandenburg. Al oír esto, mi hijo respondió, "¡Ay qué idiota, mano!
La Biblia contiene muchos incidentes en los que determinadas personas, cuyos nombres no se conocen, prestaron ayuda. En 1 Samuel 30 leemos que los soldados de David hallaron a un joven a quien un ejército enemigo había dejado atrás. No se da el nombre del esclavo egipcio, pero el mismo suministró a David una información clave que lo ayudó a rescatar a su familia.
También pienso en el muchacho cuyo almuerzo de pan y pescado fue multiplicado por Jesús para alimentar a miles (Juan 6:9), el dueño del pollino en el que Jesús entró a Jerusalén (Lucas 19:33), y el dueño de la casa en la cual Jesús y sus discípulos comieron la última Pascua (22:11). Luego está el muchacho que salvó la vida a Pablo (Hechos 23:16-22).
En nuestro mundo de hoy hay muchas personas, cuyos nombres nunca se publican, que no reciben reconocimiento ni escuchan el aplauso de los demás. Muchos oran fielmente, dan con sacrificio, y sufren pacientemente por Cristo. Incontables madres cuidan calladamente a sus familias, y muchos hombres y mujeres testifican con valor a compañeros de trabajo y vecinos. Puede que no se les nombre ni se les alabe aquí y ahora, pero en el cielo, el último será el primero (Mateo 19:30).
Sé paciente, amado hijo de Dios a quien nadie nota. ¡Tu recompensa viene!
(I Corintios 15:58) Por tanto, mis amados hermanos, estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
ES MEJOR SER FIEL QUE FAMOSO.
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