Mi esposa es lo que se llama, una ama de casa profesional. Aparte de
ser una tremenda sierva de Dios, es famosa por su tremenda habilidad
culinaria. Además de nuestros cuatros hijos, siempre hemos tenido la
casa llena de jóvenes y hermanos de la iglesia. Con todo, nuestra casa
siempre ha sido limpia y bien atendida y mi esposa bien arreglada como
una reina. Encima de todo esto, ella es físicamente tan hermosa que a
menudo la gente me pregunta si ella es una de mis hijas. (Deja de reír.
Es un comentario que no encuentro nada de gracioso).
He conocido a muchas mujeres no les haría mal de imitar sus altas normas de nitidez. Lo ha hecho así porque para ella, es parte de su buen testimonio como una sierva de Dios. Mantener una casa bien arreglada para la gloria de Dios es una aspiración muy digna. Pero ella se da cuenta de que su primera preocupación, no es la casa de la calle donde vivimos. A Cristo le importa mucho más el estado de la casa donde vive Él: su corazón. Tu casa es simbólica de tu vida.
En la Biblia, la hermana de María tuvo una preocupación muy noble. Ella quería asegurar que sus invitados estaban bien atendidos. Luchaba por acertar que la comida estaba perfectamente condimentada y cocinada. Trabajó arduamente para limpiar todo y ver que todos estaban cómodos. Pero se frustraba al ver que su hermana no hacía nada para ayudarla. Todo el día estaba sentada allí a los pies de Cristo. Ella esperaba encontrar apoyo en Cristo para regañar a su hermana ociosa. Pero el Señor le dijo a ella, Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada. (Lucas 10:41-42)
Ahora, estoy totalmente convencido que Cristo estaba agradecido por el esfuerzo de Marta y que ella, de ninguna manera perdió su premio. Porque, como dice el título de un libro que vi, Señor, Quiero Sentar a Tus Pies, Pero ¿Quién Limpiará La Cocina?. Con todo, una prioridad de Dios para nosotros es que nuestras faenas cotidianas no echan fuera nuestro tiempo de comunión con Él.
En Juan 14:21 encontramos dos maneras de mantener esa casa: amar a Dios y obedecer sus mandamientos. La desobediencia a Dios ensucia el hogar que es nuestro corazón. Pero la obediencia que se expresa por amor a Él hará de nuestros corazones una morada adecuada para Dios ahora, y estaremos listos cuando Cristo vuelva. A mí me gusta vivir en una casa limpia y ordenada. Estoy seguro que aún más todavía, esto es lo que Dios también le gusta.
La siguiente oración nos puede ayudar a distinguir entre las normas externas y las eternas: Ayúdame, Padre, a limpiar mi corazón de la misma forma que limpiaría mi casa. Saca todo el polvo y las telarañas del orgullo, los malos sentimientos y el prejuicio. Quiero mantener un corazón limpio que sea tu morada.
TU CORAZÓN HA DE SER EL HOGAR DE DIOS.
(Mateo 23:38-39) e aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
He conocido a muchas mujeres no les haría mal de imitar sus altas normas de nitidez. Lo ha hecho así porque para ella, es parte de su buen testimonio como una sierva de Dios. Mantener una casa bien arreglada para la gloria de Dios es una aspiración muy digna. Pero ella se da cuenta de que su primera preocupación, no es la casa de la calle donde vivimos. A Cristo le importa mucho más el estado de la casa donde vive Él: su corazón. Tu casa es simbólica de tu vida.
En la Biblia, la hermana de María tuvo una preocupación muy noble. Ella quería asegurar que sus invitados estaban bien atendidos. Luchaba por acertar que la comida estaba perfectamente condimentada y cocinada. Trabajó arduamente para limpiar todo y ver que todos estaban cómodos. Pero se frustraba al ver que su hermana no hacía nada para ayudarla. Todo el día estaba sentada allí a los pies de Cristo. Ella esperaba encontrar apoyo en Cristo para regañar a su hermana ociosa. Pero el Señor le dijo a ella, Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada. (Lucas 10:41-42)
Ahora, estoy totalmente convencido que Cristo estaba agradecido por el esfuerzo de Marta y que ella, de ninguna manera perdió su premio. Porque, como dice el título de un libro que vi, Señor, Quiero Sentar a Tus Pies, Pero ¿Quién Limpiará La Cocina?. Con todo, una prioridad de Dios para nosotros es que nuestras faenas cotidianas no echan fuera nuestro tiempo de comunión con Él.
En Juan 14:21 encontramos dos maneras de mantener esa casa: amar a Dios y obedecer sus mandamientos. La desobediencia a Dios ensucia el hogar que es nuestro corazón. Pero la obediencia que se expresa por amor a Él hará de nuestros corazones una morada adecuada para Dios ahora, y estaremos listos cuando Cristo vuelva. A mí me gusta vivir en una casa limpia y ordenada. Estoy seguro que aún más todavía, esto es lo que Dios también le gusta.
La siguiente oración nos puede ayudar a distinguir entre las normas externas y las eternas: Ayúdame, Padre, a limpiar mi corazón de la misma forma que limpiaría mi casa. Saca todo el polvo y las telarañas del orgullo, los malos sentimientos y el prejuicio. Quiero mantener un corazón limpio que sea tu morada.
TU CORAZÓN HA DE SER EL HOGAR DE DIOS.
(Mateo 23:38-39) e aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
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