El 8 de noviembre de 1895 el físico W.C. Röntgen descubrió los llamados rayos X. Desde ese día se puede ver a
través del cuerpo humano, lo que es muy útil para la Medicina. Todas
las partes internas del cuerpo humano se pueden fotografiar. Pero aún
no se puede ver lo que se oculta detrás de lo corporal: los
pensamientos, las intenciones del corazón y, en una palabra, todo lo
que tiene que ver con la mente. Nada de esto se puede radiografiar.
Sin que nadie lo note, ¡cuánta hipocresía, secretos y pensamientos puede ocultar el ser humano! ¡Cuántos malos e impuros pensamientos pasan por la mente, y nadie los nota! ¿Nadie, verdaderamente nadie? Pues bien, cada ser humano es escudriñado hasta lo más profundo de su corazón por Dios su Creador. Él ve todo claramente, como dijo el salmista: Has entendido desde lejos mis pensamientos y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Señor, tú la sabes toda (Salmo 139:2-4).
Alguna vez el divino Juez manifestará todo. Bienaventurado el ser humano que durante su vida haya confesado sus pecados a Dios, quien dice: Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados (Isaías 44:22). Lo puede hacer en virtud de la obra de Jesucristo, quien sacrificó su vida en la cruz del Golgotá a favor de los pecadores arrepentidos, a quienes promete: Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones (Hebreos 10:17).
Sin que nadie lo note, ¡cuánta hipocresía, secretos y pensamientos puede ocultar el ser humano! ¡Cuántos malos e impuros pensamientos pasan por la mente, y nadie los nota! ¿Nadie, verdaderamente nadie? Pues bien, cada ser humano es escudriñado hasta lo más profundo de su corazón por Dios su Creador. Él ve todo claramente, como dijo el salmista: Has entendido desde lejos mis pensamientos y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Señor, tú la sabes toda (Salmo 139:2-4).
Alguna vez el divino Juez manifestará todo. Bienaventurado el ser humano que durante su vida haya confesado sus pecados a Dios, quien dice: Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados (Isaías 44:22). Lo puede hacer en virtud de la obra de Jesucristo, quien sacrificó su vida en la cruz del Golgotá a favor de los pecadores arrepentidos, a quienes promete: Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones (Hebreos 10:17).
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