¿Cómo es posible que una criatura tan pequeña como un primate de apenas
siete kilogramos de peso pueda trastornar a veces una ciudad entera?
Los simios corren libres por toda la ciudad de Nueva Delhi y han sido
la causa de bastante consternación. A veces saltan sobre peatones que
van pasando y entran a las casas a hacer de las suyas.
El periódico "Hindustan Times" de Nueva Delhi, India, reportó que los doctores del Instituto Indio de las Ciencias Médicas descansaron después que pudieron atrapar a un simio que había encontrado la entrada de las vías de ventilación. El animal pudo entrar, pero una vez adentro se perdió en el laberinto y por tres días presentaba una amenaza de contaminación masiva a los siete quirófanos de la institución. Al principio, el personal del hospital temía que los ruidos y alaridos que se alcanzaban a oír en todo el sanatorio eran duendes. Entonces algunos cirujanos vieron al rostro pequeño que se había atisbado a las rejas de ventilación durante una intervención quirúrgica. Al ver esto, un médico dijo que el mismo infierno se desató en el hospital hasta que pudieron atraparlo.
En las calles de una ciudad, un solo animal es una pequeña distracción. Algunos pueden ver la criatura y pensar, "Mira, ¡qué curioso!" Puede ser motivo de fascinación y claro, como hemos visto, una fuente de caos. Pero en un hospital un animal suelto no es cosa pequeña, porque siempre se arrastra consigo cosas millones de veces más pequeñas que él: bacteria y virus. Un virus es tan pequeño que no lo puedes apreciar con el ojo sin un aparato de amplificación. No obstante el daño que puede causar es inconmensurable.
Amigo lector, así es en efectivo con el pecado. Para algunos esta menuda bestia lleva un encanto que invita a muchos a acariciarle. Pero si le das cabida en tu vida, el perjuicio que causará será incalculable. Tal como el mono se había metido tan fácilmente en un laberinto y no pudo encontrar su salida, así de fácil es cuando uno adquiere un habito pecaminoso. No obstante cuando se termina la diversión, cunda el pánico porque no se encuentra ninguna salida o liberación del mal ocasionado.
Es así porque además de la bestia evidente que se deja entrar, han entrado con ella muchas cosas que nunca se alcanza a ver con los ojos. Como el simio llevó consigo el peligro de introducir mucha bacteria y virus en las salas de quirófano, cada pecado lleva consigo espíritus malignos que pueden afligir a la vida de una persona aún después que la persona ha dejado de practicar mentado pecado. Por esto muchos creyentes no han logrado una plena libertad y victoria en sus vidas y familias, porque ha permanecido una aflicción espiritual de sus vidas pasadas. Espíritus de fornicación, pornografía, brujería y muchos más agobian a muchos. Ellos se enteran que algo no esta bien pero no saben qué.
Jesucristo sí, ofrece la completa libertad. Pero para librarse de estas cosas es necesario una confesión clara y un arrepentimiento completo reconociendo lo horrible de sus acciones sin justificación propia alguna.
CUANDO VIENE AL PECADO, NO HAY TAL COSA COMO UNA ZORRA PEQUEÑA.
(Gálatas 5:9) Un poco de levadura leuda toda la masa.
El periódico "Hindustan Times" de Nueva Delhi, India, reportó que los doctores del Instituto Indio de las Ciencias Médicas descansaron después que pudieron atrapar a un simio que había encontrado la entrada de las vías de ventilación. El animal pudo entrar, pero una vez adentro se perdió en el laberinto y por tres días presentaba una amenaza de contaminación masiva a los siete quirófanos de la institución. Al principio, el personal del hospital temía que los ruidos y alaridos que se alcanzaban a oír en todo el sanatorio eran duendes. Entonces algunos cirujanos vieron al rostro pequeño que se había atisbado a las rejas de ventilación durante una intervención quirúrgica. Al ver esto, un médico dijo que el mismo infierno se desató en el hospital hasta que pudieron atraparlo.
En las calles de una ciudad, un solo animal es una pequeña distracción. Algunos pueden ver la criatura y pensar, "Mira, ¡qué curioso!" Puede ser motivo de fascinación y claro, como hemos visto, una fuente de caos. Pero en un hospital un animal suelto no es cosa pequeña, porque siempre se arrastra consigo cosas millones de veces más pequeñas que él: bacteria y virus. Un virus es tan pequeño que no lo puedes apreciar con el ojo sin un aparato de amplificación. No obstante el daño que puede causar es inconmensurable.
Amigo lector, así es en efectivo con el pecado. Para algunos esta menuda bestia lleva un encanto que invita a muchos a acariciarle. Pero si le das cabida en tu vida, el perjuicio que causará será incalculable. Tal como el mono se había metido tan fácilmente en un laberinto y no pudo encontrar su salida, así de fácil es cuando uno adquiere un habito pecaminoso. No obstante cuando se termina la diversión, cunda el pánico porque no se encuentra ninguna salida o liberación del mal ocasionado.
Es así porque además de la bestia evidente que se deja entrar, han entrado con ella muchas cosas que nunca se alcanza a ver con los ojos. Como el simio llevó consigo el peligro de introducir mucha bacteria y virus en las salas de quirófano, cada pecado lleva consigo espíritus malignos que pueden afligir a la vida de una persona aún después que la persona ha dejado de practicar mentado pecado. Por esto muchos creyentes no han logrado una plena libertad y victoria en sus vidas y familias, porque ha permanecido una aflicción espiritual de sus vidas pasadas. Espíritus de fornicación, pornografía, brujería y muchos más agobian a muchos. Ellos se enteran que algo no esta bien pero no saben qué.
Jesucristo sí, ofrece la completa libertad. Pero para librarse de estas cosas es necesario una confesión clara y un arrepentimiento completo reconociendo lo horrible de sus acciones sin justificación propia alguna.
CUANDO VIENE AL PECADO, NO HAY TAL COSA COMO UNA ZORRA PEQUEÑA.
(Gálatas 5:9) Un poco de levadura leuda toda la masa.
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