Anoche soñé que estaba fumando un cigarro puro; la clase que fuma Fidel
Castro. Más raro todavía era que encontraba un gusto tan tremendo en el
acto que mascaba el tabaco como un vaquero y me gustaba el sabor.
Terminaba comiendo aquella hoja venenosa como si fuera un gusto alocado.
Lo más raro de todo el asunto es que nunca he fumado tabaco y jamás he tenido un deseo de hacerlo. Aunque no es un problema para mí, para millones de personas el tabaco u otra cosa podrá representar una prueba y tentación que para ellos parece ser insuperable. Entre esta multitud se encuentran grandes cantidades de creyentes. Hay otros hermanos suyos que han superado esta debilidad o, como tu servidor, no sufren esta tentación en particular.
Desdichadamente, muchos de los del grupo sin dicho problema se sienten con una libertad despiadada de atropellar a los que sufren todavía bajo este yugo. Se asemejan a las gallinas que siempre pican a la más débil en vez de ayudarla. La hipocresía de estas acciones se encuentra en el hecho de que todo el mundo tiene una área débil. Conozco a cristianos que no fuman o beben bebidas alcohólicas y se creen superiores, pero pesan diez o hasta treinta kilos sobre su peso debido. Son glotones o perezosos y hacen la misma cantidad de daño a sus cuerpos que el otro hermano que fuma, pero por alguna razón la iglesia ha dado licencia a este pecado entretanto que condenan al otro.
No hay nadie "a prueba de tentaciones". Hasta los cristianos maduros tienen debilidades en su armadura espiritual que los hacen vulnerables a las heridas de un ataque por parte del enemigo de sus almas. Nuestro orgullo puede proporcionar la apertura que se necesita para que entre un afilado dardo satánico. Lo mismo pueden hacer el amor al dinero, el mal genio, una lengua crítica o la impaciencia crónica.
Después de todo, ¿qué es la tentación? Es toda seducción a pensar, decir o hacer algo contrario a la santa voluntad de Dios. Puede ser un débil impulso o un fuerte deseo. Es cualquier cosa que vaya contra lo que Dios aprueba o desea para nosotros. Cada uno de nosotros debe preguntarse: ¿cuál es mi debilidad? Necesitamos conocer nuestras debilidades, las formas en que nos pueden herir espiritualmente con facilidad. Luego, al apoyarnos en el Señor para que nos ayude, estaremos protegidos de "los dardos de fuego del maligno" (Efesios 6:16).
NUESTRA MAYOR DEBILIDAD PUEDE SER NO PEDIR A DIOS QUE NOS DÉ FORTALEZA.
(Mateo 6:13) Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal...
Lo más raro de todo el asunto es que nunca he fumado tabaco y jamás he tenido un deseo de hacerlo. Aunque no es un problema para mí, para millones de personas el tabaco u otra cosa podrá representar una prueba y tentación que para ellos parece ser insuperable. Entre esta multitud se encuentran grandes cantidades de creyentes. Hay otros hermanos suyos que han superado esta debilidad o, como tu servidor, no sufren esta tentación en particular.
Desdichadamente, muchos de los del grupo sin dicho problema se sienten con una libertad despiadada de atropellar a los que sufren todavía bajo este yugo. Se asemejan a las gallinas que siempre pican a la más débil en vez de ayudarla. La hipocresía de estas acciones se encuentra en el hecho de que todo el mundo tiene una área débil. Conozco a cristianos que no fuman o beben bebidas alcohólicas y se creen superiores, pero pesan diez o hasta treinta kilos sobre su peso debido. Son glotones o perezosos y hacen la misma cantidad de daño a sus cuerpos que el otro hermano que fuma, pero por alguna razón la iglesia ha dado licencia a este pecado entretanto que condenan al otro.
No hay nadie "a prueba de tentaciones". Hasta los cristianos maduros tienen debilidades en su armadura espiritual que los hacen vulnerables a las heridas de un ataque por parte del enemigo de sus almas. Nuestro orgullo puede proporcionar la apertura que se necesita para que entre un afilado dardo satánico. Lo mismo pueden hacer el amor al dinero, el mal genio, una lengua crítica o la impaciencia crónica.
Después de todo, ¿qué es la tentación? Es toda seducción a pensar, decir o hacer algo contrario a la santa voluntad de Dios. Puede ser un débil impulso o un fuerte deseo. Es cualquier cosa que vaya contra lo que Dios aprueba o desea para nosotros. Cada uno de nosotros debe preguntarse: ¿cuál es mi debilidad? Necesitamos conocer nuestras debilidades, las formas en que nos pueden herir espiritualmente con facilidad. Luego, al apoyarnos en el Señor para que nos ayude, estaremos protegidos de "los dardos de fuego del maligno" (Efesios 6:16).
NUESTRA MAYOR DEBILIDAD PUEDE SER NO PEDIR A DIOS QUE NOS DÉ FORTALEZA.
(Mateo 6:13) Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal...
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