Hace algunos años, antes de la muerte de la Madre Teresa, pasaron un
documental en la televisión mostrando las miserables condiciones en que
vivían los que eran parte de su vida cotidiana. El documental
manifestaba los horrores de los ghettos de Calcuta y el amor que la
humilde sierva de Dios tenía para ellos. El locutor la entrevistaba
entretanto que ella hacía sus deberes en aquél lugar deplorable. Lo
irónico era que el programa era interrumpido continuamente por
comerciales. Aquí os presento con la secuencia de los tópicos de
discusión y los comerciales: hablaron de los leprosos (comercial de una
oferta de bikinis); hambruna masiva (comercial de una marca de
pantalones de la última moda); la pobreza desmoralizadora (comercial de
abrigos de pieles exóticas); bebes abandonados (un anuncio de helados
sabrosos); los moribundos (relojes con diamantes). El contraste era
cáustico. Se estaban enseñando dos mundos diferentes; el mundo de los
pobres y el mundo de los afluentes.
Estoy seguro que casi todos mis lectores se han considerado a si mismos como pobres en una u otra ocasión de sus vidas. Quizás ahora mismo estás leyendo estas líneas y estás pensando, "Hermano, yo, sí, soy pobre". Pero la gran diferencia entre los pobres de los países del tercer mundo y vosotros que podéis leer esta misiva es que ellos no tienen lo que necesitan para sostener la vida y nosotros no podemos comprar todo lo que queremos. Entendiendo esta verdad puedo ver que la causa principal de la pobreza es la avaricia y el lugar que tiene la gente más pobre del mundo es la mente humana.
Digo esto porque muchos se consideran a si mismos pobres porque pueden ver algo que quieren o algo que otra persona tiene y no lo pueden comprar. Pero si te pudiera transportar ahora mismo con TODO lo que tienes a un país (digamos en África) donde la gente no tiene NADA, en cual lado de la escala económica estarías. Creo que todos serían considerados como ricos. De hecho, si tienes una computadora o tienes acceso a una y estás leyendo esta misiva, de ninguna manera eres pobre... por lo menos, no estás como los pobres del cual hablamos.
El Apóstol Pablo había dominado el deseo de ser controlado por los deseos de las cosas materiales; este mismo deseo que nos hunde en la pobreza. Él dijo, "Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4:12-13). Pablo también dijo, "Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto" (I Timoteo 6:6-8).
PARA GANAR LAS RIQUEZAS QUE CRISTO NOS OFRECE, TENEMOS QUE ENTREGARLE TODO LO QUE ÉL NOS DA.
(II Corintios 8:9) Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos.
Estoy seguro que casi todos mis lectores se han considerado a si mismos como pobres en una u otra ocasión de sus vidas. Quizás ahora mismo estás leyendo estas líneas y estás pensando, "Hermano, yo, sí, soy pobre". Pero la gran diferencia entre los pobres de los países del tercer mundo y vosotros que podéis leer esta misiva es que ellos no tienen lo que necesitan para sostener la vida y nosotros no podemos comprar todo lo que queremos. Entendiendo esta verdad puedo ver que la causa principal de la pobreza es la avaricia y el lugar que tiene la gente más pobre del mundo es la mente humana.
Digo esto porque muchos se consideran a si mismos pobres porque pueden ver algo que quieren o algo que otra persona tiene y no lo pueden comprar. Pero si te pudiera transportar ahora mismo con TODO lo que tienes a un país (digamos en África) donde la gente no tiene NADA, en cual lado de la escala económica estarías. Creo que todos serían considerados como ricos. De hecho, si tienes una computadora o tienes acceso a una y estás leyendo esta misiva, de ninguna manera eres pobre... por lo menos, no estás como los pobres del cual hablamos.
El Apóstol Pablo había dominado el deseo de ser controlado por los deseos de las cosas materiales; este mismo deseo que nos hunde en la pobreza. Él dijo, "Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4:12-13). Pablo también dijo, "Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto" (I Timoteo 6:6-8).
PARA GANAR LAS RIQUEZAS QUE CRISTO NOS OFRECE, TENEMOS QUE ENTREGARLE TODO LO QUE ÉL NOS DA.
(II Corintios 8:9) Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos.
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