Una cosa curiosa aconteció este mes (noviembre), tuvimos dos lunas
llenas. Me encantan las noches de luna llena. Para mí es casi
terapéutico caminar y verla tan brillante en el cielo nocturno. Estos
días me han hecho pensar mucho en la luna y he visto como el cristiano
es muy semejante a ella.
La luna varea en su distancia de la tierra pero tiene un promedio de 384,000 kilómetros de nosotros. En el apogeo la distancia es de 406,800 Km y de 356,500 en el perigeo. Creo que ocurre a todos los creyentes que a veces nos sentimos más cerca del Señor y a veces un poco más lejos. Pero tal como la gravedad de la tierra mantiene la luna en su órbita, el Señor nos atrae y siempre nos mantiene en su amor.
Aunque la luna no genera su propia luz, en su ápice es el cuerpo más brillante, excluido el sol, en el espacio. El resplandor que tiene cuando esta en su fulgor es sencillamente un reflejo de la luz que proviene del sol. Cristo dijo que todo aquel que creyera en Él era la luz del mundo. Pero nosotros no tenemos ninguna luz que proviene de nosotros mismos. Las enseñanzas de la Nueva Era nos dicen que todos tenemos la luz de Dios en nosotros sin Cristo. Pero Cristo dijo, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:23). La única luz que tenemos como creyentes es la luz de Cristo en nosotros. Si observemos la luna sin la luz del sol podemos apreciar todos sus desperfectos: los cráteres, las cicatrices, las grietas y fallos. Si no fuera por Cristo todas nuestras fallas, cráteres y cicatrices serían plenamente evidentes.
Las distintas fases de la luna durante el mes se deben a la variación de las posiciones relativas de la luna, la tierra y el sol, que se modifican la porción de la superficie del orbe visible desde nuestra planeta. De la misma manera, la cantidad de la luz de Cristo que reflejamos depende en la posición que tenemos con Él. Si estamos cara a cara con Él, brillaremos plenamente. Si estamos con el corazón dividido, haremos como si fuera la luz de la media luna. Si le damos la espalda, estamos en la oscuridad total.
Finalmente, la Luna no posee ningún tipo de atmósfera. Debido a ello, las temperaturas de la superficie lunar experimentan fuertes oscilaciones entre el día y la noche, desde +118 hasta -153 grados C. Estas temperaturas sólo afectan a las regiones más superficiales de la corteza lunar, y a partir de cierta profundidad la oscilación es menos importante.
Cristo llamó a toda la humanidad a cuentas con Él y lo describió así, Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. (Apocalipsis 3:15-16) Tampoco vale tener solamente la apariencia de calor. El calor del sol no penetra la superficie de la luna, pero el fuego del Espíritu Santo no vale en nuestras vidas si no esta en nuestros corazones.
QUE NUESTRAS VIDAS GIREN SIEMPRE EN TORNO DE JESUCRISTO Y SU AMOR.
(Salmos 19:1) Los cielos proclaman la gloria de Dios, y la expansión anuncia la obra de sus manos.
Hno. Prince Parker
La luna varea en su distancia de la tierra pero tiene un promedio de 384,000 kilómetros de nosotros. En el apogeo la distancia es de 406,800 Km y de 356,500 en el perigeo. Creo que ocurre a todos los creyentes que a veces nos sentimos más cerca del Señor y a veces un poco más lejos. Pero tal como la gravedad de la tierra mantiene la luna en su órbita, el Señor nos atrae y siempre nos mantiene en su amor.
Aunque la luna no genera su propia luz, en su ápice es el cuerpo más brillante, excluido el sol, en el espacio. El resplandor que tiene cuando esta en su fulgor es sencillamente un reflejo de la luz que proviene del sol. Cristo dijo que todo aquel que creyera en Él era la luz del mundo. Pero nosotros no tenemos ninguna luz que proviene de nosotros mismos. Las enseñanzas de la Nueva Era nos dicen que todos tenemos la luz de Dios en nosotros sin Cristo. Pero Cristo dijo, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:23). La única luz que tenemos como creyentes es la luz de Cristo en nosotros. Si observemos la luna sin la luz del sol podemos apreciar todos sus desperfectos: los cráteres, las cicatrices, las grietas y fallos. Si no fuera por Cristo todas nuestras fallas, cráteres y cicatrices serían plenamente evidentes.
Las distintas fases de la luna durante el mes se deben a la variación de las posiciones relativas de la luna, la tierra y el sol, que se modifican la porción de la superficie del orbe visible desde nuestra planeta. De la misma manera, la cantidad de la luz de Cristo que reflejamos depende en la posición que tenemos con Él. Si estamos cara a cara con Él, brillaremos plenamente. Si estamos con el corazón dividido, haremos como si fuera la luz de la media luna. Si le damos la espalda, estamos en la oscuridad total.
Finalmente, la Luna no posee ningún tipo de atmósfera. Debido a ello, las temperaturas de la superficie lunar experimentan fuertes oscilaciones entre el día y la noche, desde +118 hasta -153 grados C. Estas temperaturas sólo afectan a las regiones más superficiales de la corteza lunar, y a partir de cierta profundidad la oscilación es menos importante.
Cristo llamó a toda la humanidad a cuentas con Él y lo describió así, Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. (Apocalipsis 3:15-16) Tampoco vale tener solamente la apariencia de calor. El calor del sol no penetra la superficie de la luna, pero el fuego del Espíritu Santo no vale en nuestras vidas si no esta en nuestros corazones.
QUE NUESTRAS VIDAS GIREN SIEMPRE EN TORNO DE JESUCRISTO Y SU AMOR.
(Salmos 19:1) Los cielos proclaman la gloria de Dios, y la expansión anuncia la obra de sus manos.
Hno. Prince Parker
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