HOY...
RECORDARÉ QUE EL PERDÓN ES LA UNICA SOLUCIÓN
agosto
2, 2011 · |
"Señor,
si en verdad he hallado gracia a tus ojos, que vaya ahora el Señor
en medio de nosotros. Este es un pueblo muy terco, pero perdona
nuestra maldad y nuestro pecado, y acéptanos como tu heredad".
Exodo 34:9
El
pecado es una marca permanente en nuestros registros. Es como una
mancha de tinta indeleble que se derramó sobre una camisa blanca de
algodón. La intención original de Dios era que nadie pecara,
exactamente como nosotros esperamos que nadie jamás haga nada para
lastimarnos y ofendernos.
Es
un gran plan siempre y cuando nadie lo eche a perder, pero se
necesita otro plan cuando todos tienen manchas oscuras en sus camisas
y blusas. Dios vio que nadie en la tierra era perfecto; todos se
desviaron de Sus caminos. Es por eso que Él mismo actuó para
rescatarnos de nuestra condición desesperada (Isaías 63:5).
El
tema del pecado es un punto central de las buenas noticias que Dios
quiere compartir con el mundo. El asunto del pecado, quién lo ha
cometido y cómo puede ser removido, es una de las formas más
seguras de distinguir las religiones falsas. Algunas religiones
enseñan que las personas pueden llegar a ser tan espirituales o tan
puras que ya no pecan más. Otras ideologías están convencidas de
la bondad básica de las personas, una bondad que es solamente
estorbada por factores externos en el medio ambiente, por la crianza
o por falta de educación.
Una
de las primeras cosas que hizo el Señor fue encerrar "a todos [los
hombres] en desobediencia [en pecado]" (Romanos 11:32). El
intensificó la conciencia de maldad en todas las personas,
proveyendo al mundo con un manual de instrucción llamado la Ley que
pudieran leer para saber cómo debían funcionar las cosas (y cómo
no debían funcionar).
La
finalidad de dar la Ley era para convencernos a todos nosotros de que
necesitamos perdón de nuestros pecados (Gálatas 3:24). No tenemos,
en lo absoluto, ninguna esperanza de mantener nuestra vida en Dios
por medio de nuestra propia perfección. Como dice el dicho: "Nadie
es perfecto..."
Nuestra
cultura usa esto como una excusa: "Comparado con la mayoría de las
demás personas, yo hago las cosas bastante bien. Tú también
cometes errores". Pero Dios no tiene imperfecciones. Él hizo el
universo para que funcionara en perfección y belleza, no en fallas y
manchas.
Su
intención bondadosa es que las cosas estén bien y no mal. No puede
reconciliar la maldad con Su bondad; no hay lugar para distorsiones
en medio de la perfección. Eso sería como un experto que trabaja
madera tratando de encajar tablas que están mal cortadas en un
gabinete exquisitamente diseñado. El mal y el bien no pueden ir
juntos. Incluso si se permite que una sola equivocación sea parte de
una ecuación, el error afecta todo el resultado.
Por
el bien de lo que Él siempre ha querido para nosotros, Dios no
podría simplemente haber dicho: "Oh bien, buen intento. No te
preocupes por lo que haces mal; juntos encontraremos alguna forma de
trabajarlas más adelante." Nuestro pecado no podía ser adaptado;
tenía que ser desplazado.
Las
cosas que hacemos mal no podían ser consideradas; tenían que ser
eliminadas. No había posibilidad ninguna que Dios fingiera no haber
visto. La naturaleza intrínseca del pecado, de las transgresiones y
de la maldad es arruinar lo que está bien. El mal actúa para
destruir; siempre introduce a la muerte. Dios no podía
permitirlo que se perpetuara para siempre.
Hacerlo
así sería como un doctor que a sabiendas del diagnóstico,
levantara la cuarentena de pacientes infectados con un virus como el
Ébola, altamente contagioso y mortal. Sólo había una solución: el
perdón.
Hoy
quiero vivir en ese perdón.
Señor,
Gracias por extenderme tu perdón. Quiero vivir disfrutando del poder
de ese perdón. Amén.
Dr.
Daniel A. Brown.
Disfrute
tu diario Vivir.